Blockchain: Una tecnología que puede cambiarlo todo
Imagina que algo increíble sucede ante los ojos de cientos de personas. Supongamos que en un momento dado todos vemos como un elefante vestido en mallas de superhéroe surca los cielos de forma grácil para sorpresa de todos. Es tan increíble que si pudiéramos poner a cada una de los testigos ante una máquina de detección de mentiras esta nos sorprendería aún más con el resultado de que todos dicen decir la verdad.
Hasta nuestros días el principio de veracidad normalmente venía siendo otorgado a instituciones, organismos o medios de difusión de fiabilidad digamos probada o consensuada por el conjunto de la sociedad. Era normal escuchar aquello de «si lo dice es que será cierto». Del mismo modo con la llegada de la era digital en la que nos encontramos inmersos aparecieron los primeros certificados digitales y entidades certificadoras. Los primeros sirven para identificarnos y los segundos respaldan esa identificación como única y veraz. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol.
¿Harto de escuchar que el ‘blockchain’ va a suponer una revolución? Te explicamos por qué puede ser clave en el futuro
En 1999 Sean Parker y Shawn Fanning desarrollan Napster, un servicio de distribución de archivos de música. Usuarios podían reconocerse entre sí y compartir su música preferida de un modo «descentralizado». Fue la primera gran red P2P (peer to peer) de intercambio y el primer pilar de todo lo que luego estuvo por llegar. Las redes descentralizadas hicieron su aparición en medios llegando a un nivel de popularidad difícilmente controlable por grandes sellos y distribuidoras, siendo necesaria la promoción de una legislación muy estricta que pusiera coto a este tipo de redes. Napster dejó de funcionar, tras una larga lucha legal, en noviembre de 2002 pero tras ella le siguieron otras redes recogiendo su testigo aplicando un modelo distribuido de intercambio de información como por ejemplo las redes torrent.
De lo descrito hasta el momento tenemos dos conceptos que resumiré en «credibilidad» y «distribuido». Si sumamos ambos nos encontramos con una red bajo un modelo distribuido donde cada usuario actúa como tal y como certificador al mismo tiempo, llevando un registro que no pasa por un único punto y actualizado a cada movimiento que se produce en el conjunto de la red P2P a la que pertenece. Esto es, sin intermediarios y sobre una estructura completamente redundante y horizontal. Sin intermediarios que comercian con nuestros datos, restrinjan nuestra privacidad y libertad con licencias abusivas.
Las redes basadas en bloques de datos, Blockchain en adelante, actúan como una inmensa base de datos que se distribuye entre varios participantes. Es decir, es un libro de registro (ledger en inglés) inmutable que contiene la historia completa de todas las transacciones que se han ejecutado en la red. A cada participante se le llama nodo, que en realidad viene a ser un ordenador más o menos potente que recoge y actualiza los datos de cada transacción en tiempo real. Blockchain se inventó en un principio para sustentar una moneda digital: bitcoin. Fue la primera criptodivisa descentralizada no emitida por un banco central.
En el caso de bitcoin cada bloque que forma parte de la cadena (excepto el bloque que inicia la cadena) está formado por:
- Un código alfanumérico que enlaza con el bloque anterior
- El “paquete” de transacciones que incluye (cuyo número viene determinado por diferentes factores)
- Otro código alfanumérico que enlazará con el siguiente bloque.
Su fortaleza reside en la práctica imposibilidad de falsear los datos y transacciones ya que requeriría un ataque en extremo difícil ya que implicaría engañar a un significativo número de nodos a la vez.
Vivimos en un mundo digital, cuando una tecnología funciona inmediatamente es adoptada por otros. Actualmente no existe una única blockchain sino tantas como podamos imaginar. Pueden estar interconectadas entre sí, pueden usarse para muchas cosas distintas. Para cualquier transacción, en realidad. Las hay de tres tipos: públicas, privadas e híbridas. Las públicas son, por ejemplo, sobre las que trabajan bitcoin o ethereum.
Las aplicaciones de este tipo de redes están todavía dando en realidad su primeros pasos. De lo dicho antes podemos pensar en un mundo donde una persona pueda ofrecer servicios financieros sin necesidad de intermediarios ni bancos salvando de este modo las fronteras y legislación económica de naciones, por ejemplo, intervenidas o bajo una dictadura enviando dinero a nuestros conocidos sin cobro de comisión ni pago de aranceles. Establecer sistemas democráticos de votación electrónica. Pero también podemos pensar que está tecnología promueve nuevos modelos de comunicación en el campo científico, emisión de patentes, informativo o de comunicación donde se necesitan garantías de que la información no pueda ser alterada fácilmente. Incluso aplicaciones más cercanas como un almacenamiento en la nube cifrado y distribuido que garantiza la seguridad de nuestra información. O en el campo médico, asegurando que nuestra información clínica se encuentre disponible de manera segura ante la ola de ataques cibernéticos orientados a explotar las debilidades en los sistemas de datos de las instituciones clínicas.
¿Qué sucederá en el futuro? ¿Qué pasos dará la banca y gobiernos?
Lo más razonable sería hablar de la pronta implantación de esta tecnología y sus posibilidades. De hecho BBVA con Coinbase, Bankinter con Coinffeine y Santander ya están dando los primeros pasos para adaptarse. Sería optimista pensar que en algún momento gobiernos y administración implementan esta tecnología en un futuro cercano. Todavía hay mucho camino por recorrer y aplicaciones que discutir.
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