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21
Ene

Cuando el 99% no es un dominio visible

La lista de noviembre de 2015 de los mayores 500 mayores supercomputadores del mundo no deja lugar a dudas: GNU/Linux domina con su apabullante presencia en el 99% de los allí listados (98,8% en sistemas operativos, 99,6% en términos de rendimiento). La media docena de equipos que completan la lista son Unix, nada de Microsoft ni Apple.

La historia de este ascenso es fascinante. El proyecto GNU promovido por Richard Stallman surge en 1983 para ofrecer un sistema operativo realizado enteramente con Software Libre. Disponía de varias herramientas pero carecía del núcleo (kernel), lo esencial. Lo encontró en 1992 con la primera publicación de Linux, iniciado un año antes por un humilde estudiante de Ingeniería Informática en la Universidad de Helsinki.

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Primer servidor Google (1999)

A partir de este momento, docenas, luego centenas y millares de colaboraciones llegadas de todo el mundo impulsaron el proyecto. Sus fortalezas permitieron un crecimiento sólido y veloz, siempre compartiendo beneficios. Nacía así un nuevo modelo de desarrollo de tipo colaborativo gracias a internet y a la liberación de conocimiento.

En 1994 aparece el primer supercomputador GNU/Linux cuando dos investigadores de la NASA desarrollaban el sistema Beowulf juntando 16 PCs DX4 en un único sistema en cluster. El uso de equipos sencillos (PCs) y tecnologías libres abrió las puertas a la supercomputación asequible. Así, en 1998 el supercomputador de Los Alamos National Laboratory se alza como el primer supercomputador GNU/Linux que entra en la lista top500.org.

Oportunamente en 1998 nace la Open Source Initiative (OSI) con la proclama “Creemos que los argumentos de interés económico a favor del Open Source son por sí mismos suficientemente fuertes que nadie necesita hacer cruzadas morales”, enfatizando y promoviendo las virtudes de este tipo de desarrollos para, a la vez, abrir vías de inclusión empresarial en un modelo inicialmente ideado para rescatar la ética en la tecnología.

En 1999 se registra la Apache Software Foundation y es testigo del primer servidor de producción de Google gracias a tecnologías libres. En 2004 GNU/Linux ya está en la mitad de los supercomputadores de la lista top500.org y en noviembre de 2015 apenas resta una media docena para que la hegemonía sea absoluta.

El dominio del Software Libre y el Open Source se extiende a otros campos con distintas proporciones: telefonía móvil, VoIP, IVI (In-Vehicle Infotainment), televisores, comercio electrónico o la mismísima internet. Sin embargo, ¿es visible su presencia? ¿se ha convertido en ‘marca blanca’? ¿ha servido de algo la iniciativa Open Source o, dicho de otro modo, lograría el Software Libre estos éxitos sin esa apertura de licencias que favorecen la entrada de empresas con tecnologías cerradas?

Sea como fuere, hoy en día el término ‘open‘ es estratégico, tanto que dos históricos «enemigos» promocionan su lavado de cara, Microsoft Openness y Apple Open Source. Ver para creer.

2 Responses

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    Si entendemos ‘marca blanca’ como aquella en la que pagamos el precio que tiene el producto y no su campaña de publicidad, quizá sea el término adecuado. Aunque esto no significa que tenga que ser barato, ya que a diferencia de una lata de atún, cada nuevo proyecto de open source puede apoyarse en otros anteriores y añadir valor para un resultado antes inimaginable.

    Probablemente pocos en google se atrevían a soñar entonces que acabarían creando android, un sistema libre que hace uso de licencias permisivas, como comentas. Es un debate interesante, que merece atención desde sus dos puntos de vista:

    ¿Es tan importante que el software sea libre como para hacerlo incompatible (por medio de licencias de uso, un artilugio legal) con el software que no lo sea?

    O, por el contrario:

    ¿Ocultar el código a quien lo usa es tan importante que justifica hacerlo incompatible con las tecnologías que lideran su sector?

    En mi opinión el software no lo conforma una secuencia de caracteres, sino de ideas. Y las ideas suman valor cuando se comparten. Por eso debemos plantearnos si una idea que no queremos compartir es realmente tan buena.

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      Gracias por tu comentario Rubén.

      He empleado el término ‘marca blanca’ como un símil aproximado (quizá haya otros que se ajusten mejor) a lo que sucede con Linux y al SwL (Software Libre) en general en cuanto a su invisibilidad para el gran público. Así, cuando alguien usa un teléfono Android, pocos saben que en la base hay un Linux y menos aún que su licencia es Apache, una de las más vírales y permisivas.

      Respecto al segundo tema, el debate sobre si el SwL llegaría a estos dominios actuales sin dialogar con aplicaciones privativas, es tan solo un debate sobre una hipótesis. No seremos capaces de saber qué hubiera sucedido sin la existencia del Open Source y la interacción de softwares. Sin embargo, como debate en sí me parece enriquecedor.

      Echando una ojeada, por ejemplo, a los equipos hardware certificados por la FSF, resulta llamativo lo poco atractivos que resultan, ya sea en precios, rendimiento o estética, y no solo para el gran público. Quizá también sería válido para sus distribuciones certificadas.

      Tengo en mente a varios ejemplos como el anterior, todos ellos aptos para ese debate.

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