La importancia de las comunidades tecno-sociales
Si observamos el número de diferentes tipos de eventos que se realizan a diario en el mundo, podemos cuantificarlas en las plataformas dedicadas a esta difusión y llegaremos a la conclusión que podemos contar miles de ellas. La gran mayoría de estos eventos están realizados por comunidades tecnológicas (en toda la diversidad posible de la palabra tecnología) que valoran el uso público y social de aplicar estas tecnologías.
Todos estos eventos, nucleados la gran mayoría en comunidades sin fines de lucro, tienen claros propósitos: espacios sociales donde se realiza un intercambio de información (profesional, laboral y proyectos), un espacio para compartir el conocimiento en la dialéctica que significa la dualidad enseñanza-aprendizaje, el cual se realiza mediante charlas, talleres, hack-a-thons, CTF (capture the flag), laboratorios (practical labs) y cursos. Estos espacios “virtuales” que operan en diferentes espacios “físicos”, a veces también alojados virtualmente en video conferencias y webinars, son un “caldo de cultivo” esencial para el desarrollo de proyectos, basados en la creatividad y el espíritu colaborativo. En definitiva son lugares donde la gente se conecta, interactúa y nacen las grandes ideas que en un futuro puedan arrojar soluciones a problemas actuales, en cualquier campo de la actividad (finanzas, salud, urbanismo, educación, arte, ciencia y tecnologías aplicadas a las 6 mencionadas).
Estás comunidades tecno-sociales tienen características muy particulares, las cuales le permiten llegar a fronteras inusuales de lograr por organizaciones con fines de lucro. Lo que acabamos de escribir -sin fines de lucro- es una de sus características primordiales. El vínculo de estos colectivos está basado en compartir el conocimiento, lo cual los acerca, indudablemente, al software y hardware libre. Es muy difícil compartir el conocimiento basándonos en “cajas negras”, cerradas y oscuras, además protegidas por un sistema de patentes y “copyright”, que entre otras cuestiones, no facilita ni la experimentación y/o compartir el conocimiento. Finalmente, estas “cajas negras” se fundamentan en un sistema de credibilidad en terceros (creer las afirmaciones de los dueños de las patentes), mientras que el conocimiento y la experimentación solamente pueden realizarse en la medida que podamos auditar y “jugar” libremente con ese “código” o los circuitos físicos de esos dispositivos. Entonces las cuatro libertades que proclama y garantiza el software libre son imprescindibles en la génesis y desarrollo de estas comunidades tecno-sociales.
Otra faceta a destacar consiste en la importancia del aporte al bien público que puedan realizarse a partir de proyectos creados y desarrollados en estas comunidades. Al fin y al cabo, si pretendemos ayudar a convertir al mundo en lugar mejor, la única manera de “medirlo” es si a todos nos va mejor, Es el mágico concepto de la palabra “ubuntu” que surge del dicho popular «umuntu, nigumuntu, nagamuntu», que en zulú significa «una persona es una persona a causa de los demás”. Ubuntu es una regla ética sudafricana enfocada en la lealtad de las personas y las relaciones entre éstas.
Una de las enseñanzas más interesantes para estos colectivos tecno-sociales consiste en gestionar sus recursos (obtenerlos, administrarlos e invertirlos), a partir de una clara independencia, en otras palabras “no venderle el alma al Diablo”. Esta experiencia tiene aristas duras y a veces dolorosas, pero es una fuente inestimable de aprendizaje y autoestima colectivo. Muchas de estas comunidades, sabiamente, se organizan en torno a la diversidad, a la libertad de pensamiento y expresión, estimulando fuertemente la necesidad de adquirir y compartir el conocimiento, a través de la duda, la experimentación, la curiosidad y transgrediendo toda frontera que nos acerque al conocimiento y el bien público.
A mediados del mes pasado, concretamente el día 14 de Setiembre, más de 70 comunidades, con escasos recursos económicos, pero muy ricas en actitud, compromiso y dedicación pudieron organizar y realizar un evento que logró reunir a 100 de los más talentosos ponentes en diversas disciplinas, que juntos a 20 valerosos “voluntarios” permitieron que el conocimiento pudiera compartirse, en una fiesta divertida y con mucho “hacking” inteligente. No fué la batalla de las Termópilas, pero en su aspecto épico se parece bastante.
Daniel Mery
Co-fundador de HackMadrid
Co-fundador de Planet Linux Caffe