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13
Abr

Reconectando

Cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios (conectando a ambas personas con sólo seis enlaces), algo que se ve representado en la popular frase «el mundo es un pañuelo». Este concepto es el conocido como la Teoría de los seis grados de separación. De hecho, existe una película del mismo nombre Six Degrees of Separation realizada en 1993 y protagonizada por Will Smith y Donald Sutherland, según nos recuerda la Wikipedia.

Un año después, Kevin Bacon, en una entrevista de promoción de la película The Wild River (Río Salvaje) comentó que “se sentía el centro del universo y que había trabajado con todos los actores de Hollywood o con alguien que hubiese trabajado con ellos”, dando lugar al famoso “Número Bacon”, que relaciona, en número, a cualquier persona con este actor norteamericano, e incluso, una web que indica los eslabones entre una persona y el afamado actor.

Esta teoría de los eslabones del “conocimiento” podría dar perfectamente pie a una similar llevada al mundo de la tecnología. Realmente, a nivel personal y profesional, ¿cómo de conectados estamos con la tecnología de vanguardia del momento? Para ello, deberíamos de definir en primer lugar, a qué llamamos tecnología de vanguardia y no es, precisamente, el último modelo de dispositivo móvil que hayamos podido adquirir durante este año 2020.

Pues bien, hablamos de la tecnología basada en algoritmos. Los algoritmos mueven el mundo, nuestro mundo particular, la mayoría de las veces de forma silenciosa, pero están presentes en prácticamente la totalidad de dispositivos tecnológicos, aplicaciones y herramientas de uso diario, y más que lo estarán, según los informes más actuales, los próximos años.

Poner en nuestra vida un modelo algorítmico, dada la situación actual y la previsible en un futuro, puede ser una buena opción de “reinvención”. Si tenemos en cuenta la definición clásica, un algoritmo es “un conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución de un tipo de problemas.” Es la forma o expresión matemática de obtener el camino correcto para la resolución de una situación dada.

Y esa faceta o atributo de “invisibilidad” le da cierto atractivo a su incorporación a los procesos, procedimientos y tareas de índole técnica y/o tecnológica que nos rodean. Un código que aplica una solución, posible, o al menos, nos prepara para seguir una metodología más eficiente, eficaz y efectiva para resolver los numerosos problemas, no sólo los actuales, sino los que vendrán los próximos meses y años.

Una forma de enfrentarnos con más coherencia, inteligencia y capacidad a estas situaciones, llamémoslas problemáticas, debería de ser la base para un nuevo enfoque de conocimiento, gestión del cambio y reenfoque en los procesos. Me temo que muchos de nosotros, vivimos bajo un sistema que “nos gestiona” a nosotros, y perdemos, en una gran parte de las veces, el control de nuestro modelo de percepción, razonamiento y respuesta a los numerosos, y cada vez mayores, enigmas y situaciones no contextualizables con un modo conocido de proceder.

Sí, es un concepto filosófico, pero bajo esta situación de pandemia, parece tener un valor especial y un significado mucho mayor que hace apenas unos meses, cuando todavía “creíamos” controlar nuestras vidas, tanto personales como profesionales, y un simple virus de apenas unos nanómetros de tamaño, se ha encargado de demostrar que no es así. Esta simplicidad, la del virus SARS-Cov-2, igual que la de los algoritmos, es capaz de mover y cambiar el mundo, nuestro mundo.

Cuando todo esto pase, que pasará y más pronto de lo que creemos, es probable que volvamos a la realidad anterior, y todo lo pasado se considere una “simple pesadilla” aunque se haya llevado por delante vidas, negocios, empleos, ilusiones y otras muchas cosas más.

Quizá es el momento de construir nuestro propio algoritmo para combatir nuestras vulnerabilidades, que son muchas, a nivel personal y en nuestro entorno profesional y de comunidad, que nos sirva para alinear nuestras capacidades organizativas en torno a tecnologías limpias e inteligentes, además de eficientes.

Pensemos que cosas tan simples, como un algoritmo, encierran también un potencial enorme de dar respuesta a las necesidades presentes y futuras del ser humano. Aprovechemos su simplicidad y su potencia, para reducir los grados de separación entre nosotros, entre el conocimiento y la incertidumbre, y apoyémonos en su lógica, para obtener un valor perdurable en el tiempo.

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