Alianza entre Regulación y Tecnología para mejorar la protección al consumidor y la integridad del sistema financiero
En la última década el cumplimiento regulatorio ha pasado a jugar un papel aún más relevante en las instituciones financieras, con un incremento de la complejidad de los requerimientos y su impacto en las decisiones estratégicas de los bancos.
En respuesta a una tendencia que se había acentuado desde la crisis financiera de 2008, el regulador del Reino Unido FCA (Financial Conduct Authority) acuñó el término «Regtec» para aludir a la oportunidad de que la Tecnología (tech) se convirtiese en facilitador para cumplir con la Regulación (reg).
En el mes de septiembre con la entrada en vigor de la normativa europea de PSD2, se inicia de nuevo una carrera donde las empresas salen a posicionarse en el nuevo ecosistema de sistemas financieros abiertos.
La digitalización ha introducido una dicotomía en la que (1) los bancos tienen más oportunidades de interacción con los clientes y (2) los clientes tienen más alternativas para cubrir sus necesidades financieras. Dado que los consumidores prefieren elegir vs. sentirse atados a un único proveedor, los bancos deben desaprender y volver a aprender para transformarse en bancos abiertos, que den a sus clientes la posibilidad de elegir.
Es evidente que el sector financiero ha evolucionado y el cambio de la Banca Tradicional a lo que hoy se entiende como Banca del Futuro puede resultar disruptivo. ¿En qué lo notamos?
Tradicionalmente el principal motor para que los clientes se decidiesen por un banco u otro eran la seguridad y la confianza. Los bancos ofrecían productos y servicios estándar, basados en crédito y débito y los canales principales de interacción entre cliente – Banco eran las oficinas y los cajeros en horario limitado.
Hoy los bancos cuentan con la posibilidad de ofrecer productos a medida y los clientes pueden operar con ellos en cualquier momento del día y desde cualquier lugar (24×7) a medida que los canales a distancia (Web, Móvil, Contact Center) van progresivamente cobrando más relevancia como vía de interacción entre los clientes y el Banco. Adicionalmente han emergido proveedores alternativos de pago y modelos de negocio financieros basados en los nuevos hábitos de mercado (Fintech).
¿Y mañana? Continuando con la tendencia del xx-aaS que hoy cuenta con varios ejemplos (PaaS = Platform as a Service, IaaS = Infrastructure as a Service, SaaS = Software as a Service), ¿por qué no BaaS = Banking as a Service? Esto implicaría dar un salto en el que los Bancos se convertirían en proveedores de servicios (no productos) dentro de la cadena de valor. Adicionalmente en un contexto en el que los líderes del mercado son plataformas abiertas (ej. Airbnb mayor empresa de reserva de habitaciones y no posee ni un solo hotel, Amazon empresa líder en distribución sin necesidad de tiendas físicas), todo apunta a la necesidad de una Banca abierta. Y lo más importante: la principal palanca del cliente en sus decisiones será su libertad para elegir y lo que busca son experiencias.
La realidad es complicada pero positivamente destapa un sinfín de oportunidades por explorar. Al mismo tiempo que el cliente se vuelve más exigente, la regulación debe ir en consonancia sentando las bases para un buen gobierno y control de los riesgos. El avance de la tecnología y en particular la transformación digital, han disparado de forma exponencial los niveles de complejidad en términos de operación, herramientas, sistemas, riesgos, gestión financiera y estructura organizativa.
Aunque las empresas apuestan por situar al cliente en el centro, y en ese sentido se han vuelto más diligentes y sofisticadas, no cesa la percepción de ir un paso por detrás desde el punto de vista de la Regulación, la transparencia, la vulnerabilidad a los riesgos, la protección al consumidor y la sostenibilidad del sistema. Según un reciente estudio de DUFF y PHELPS sobre el panorama Regulatorio para 2019 no parece que uno de los principales problemas sea la ausencia de presupuesto en Tecnología, donde en los últimos 5 años las grandes empresas del sector financiero han destinado más de 1 trillón de dólares a la transformación digital. Ni tampoco la ausencia de dedicar recursos, ya que no cesan de lanzarse grupos de trabajo y equipos de personas comprometidas con la estabilidad financiera, los derechos de las personas, la lucha contra el terrorismo financiero y el fraude, etc. Quizás lo que falta es coordinación y más alianzas entre los medios de ejecución, las personas, los reguladores y la tecnología para lograr objetivos comunes. Deben ser alianzas pragmáticas y eficientes, basadas en modelos realistas de indicadores que midan, sirvan para gestionar y faciliten que las empresas entren en un régimen de mejora continua sin que ello suponga una carga adicional.
El cumplimiento por defecto; la dualidad cuantitativa y cualitativa; hombre – máquina, para que las personas sepan aprovechar las capacidades de la inteligencia artificial y la robótica para mecanizar tareas repetitivas, hacerlas escalables y de esta forma se puedan centrar en lo que realmente aporta valor: definir modelos abiertos, analizar opciones para la monetización de la información, optimizar el mix de talento en equipos multidisciplinares … Éstos son sólo algunos conceptos que marcan dónde poner foco. El uso de la tecnología para diseñar nuevos productos y servicios es algo de lo que ya se ha hablado mucho. Pero no olvidemos que los clientes buscan algo más, que está ligado de forma inherente al ámbito del cumplimiento, cómo abordar riesgos, la integridad financiera y la protección de sus datos. Esta aplicabilidad de la tecnología para facilitar el cumplimiento puede al mismo tiempo aumentar el control sobre el riesgo sistémico y mejorar la gestión de la identidad del cliente reforzando su confianza.