Distancia es la palabra clave
El verdadero problema de la humanidad es el siguiente: tenemos emociones del Paleolítico, instituciones medievales y tecnología propia de un dios. Y eso es terriblemente peligroso.
Edward Osborne Wilson
Los cambios en el comportamiento humano -social, cultural y económico- acontecieron, según evidencia histórica, en forma “casi obligatoria”. A nuestra especie le cuesta abandonar la “zona de confort”, tendemos a tener conductas atávicas, además “odiamos” la incertidumbre, necesitamos en forma permanente vivir con la sensación de que todo “está bajo control”. Siempre apostamos por la continuidad, la normalidad y en el fondo deseamos que todo vuelva a ser como lo era antes de “algo”. Las guerras, las pestes y las crisis terminan siempre siendo el “acelerante”, una suerte de paso adelante “obligado”
La pandemia protagonizada por el “coronavirus” y el confinamiento “obligado” comienza a actuar como un acicate para un cambio necesario e inevitable. Entre otras cuestiones, la pandemia y el confinamiento “desnudaron” todas las fragilidades de nuestra sociedad, una sociedad débil y con pies de barro, que es “acorralada” por un cuerpo tan simple que ni siquiera puede reproducirse sin invadir a otras especies vivientes, en suma, un gran “golpe” a nuestra “presuntuosidad” de ser una especie divina e imbatible. Con todas las actividades laborales “congeladas”, las consecuencias económicas y sociales, más pronto que tarde, nos mostrarán su peor “cara”.
Definitivamente, llegó el momento de dar un paso al frente, aunque sea emocionalmente resistido por los melancólicos de la “normalidad”. Si pretendemos que la educación, las tareas administrativas, una serie de servicios y desarrollos continúen su proceso en la creación de valor, deberemos “apelar” al trabajo a distancia, la educación a distancia, los trámites a distancia, las compras a distancia y una serie de servicios a distancia. Por lo mismo, crearemos una nueva forma de expresar nuestras relaciones personales a distancia. Es imperativo asumir que este proceso no es opcional, es una regla mandatoria, aunque por un tiempo, aún incierto, intentemos recuperar en parte la vida presencial. La nueva regla, no la nueva normalidad, es un proceso inevitable, las actividades a distancias, observad que expresamente no utilizo las palabras “actividades remotas”, “tele-trabajo” o “tele-educación”.
Aunque, aparentemente, “distancia” , “remoto” y “tele-actividad” signifiquen lo mismo, desde mi punto de vista, no es así. “Tele-actividad” y “remoto” se refieren al uso específicos de determinados procesos tecnológicos, que comprenden software y hardware, para establecer las conexiones necesarias para cumplir los objetivos del trabajo a realizar. La “actividad a distancia”, además de ese proceso de conexionado, implica muchos más aspectos, que van desde lo estrictamente técnico -facetas online- a cuestiones culturales como el uso de libros electrónicos, “mooc” para educación, plataformas colaborativas más integradas a las “salas virtuales de trabajo o educación”, adecuación física (tecnología y mobiliario), de lo que hasta hoy, considerábamos un espacio de descanso y vida social. Nuestro futuros hogares incluirán una característica de oficina -home office-, también requerirá nuevas formas de establecer las remuneraciones laborales, dada la dificultad de verificar y cuantificar la compra del tiempo laboral, pasaremos a un escenario basado en objetivos o metas. Asimismo, la educación formal, deberá realizar profundos cambios culturales en la actitud frente al conocimiento y su aprendizaje.
Este proceso, en mi opinión, es inevitable y tendrá marchas, contramarchas, lo cual innecesariamente prolongará la agonía, pero de este modo siempre han funcionado las cosas en la vida. Universidades, colegios, escuelas, centros productivos y otros tendrán que discutir nuevos métodos, formas organizativas y aptitudes culturales. Miles de preguntas no encontrarán respuestas rápidas y fáciles, será un proceso largo y traumático. Analizar la elección de software y el hardware adecuado, cuestiones de seguridad y privacidad en los datos, tantos personales como comerciales, serán decisiones vitales. Seleccionar un “datacenter” donde alojaremos todos nuestros datos no será una decisión trivial, así como también, evitar el uso del software privativo de “caja negra”. En pocas palabras, la adquisición de soberanía y/o autosuficiencia tecnológica será una actividad crítica.
Considerando lo expresado anteriormente, los desarrollos basados en el software libre -programas y sistemas operativos- serán esenciales para poder auditar todo el código utilizado, lo cual constituye una garantía en materia de seguridad y un acto de transparencia. Sin lugar a dudas, estos cambios inevitables, nos “obligarán” a desplazarnos de una actitud pasiva en la compra de productos y servicios a una proceso de integración del conocimiento en el ámbito académico y productivo, basado en el software y hardware libres, única garantía en materia de seguridad y condición necesaria para la autosuficiencia tecnológica, Lo contrario a este concepto, vuelve a las personas, la empresas y las instituciones vulnerables a un sinfín de riesgos.
Daniel Mery
Cofundador de HackMadrid %27
Fundador de Planet Linux Caffe